viernes, 27 de marzo de 2020

Docencia 2.0 o cuando la ciencia-ficción nos alcanzó

Einar Goyo Ponte

Los lectores o seguidores de la Ciencia ficción quizás no fuimos sorprendidos, porque habíamos leído muchísimo acerca del perfil que tendría el futuro. Pero una cosa es la imaginación y otra la vida práctica y cuando nos vimos rodeados por esa extraña magia codificada que representó en nuestra existencia de habitantes del último tercio del siglo XX, el internet, la web, las redes electrónicas, la sorpresa nos vino en forma de impericia. Era lo único que no nos había contado la Ciencia ficción: ¿cómo íbamos a manejar y a sacar provecho de eso que habíamos imaginado? Ahora estaba allí y la primera modificación afectó a la información. Ya se podía sospechar que los códigos, los contenidos, lo que nos habíamos acostumbrado a llamar el saber o conocimiento, iba a caber en un portafolio o quizás en adminículos más pequeños. Y cómo tal era esperable que lo pudiésemos llevar al aula. El futuro tenía que empezar a transformar pizarrones, tizas, pupitres o proyecciones.
 En su forma 1.0, la web parecería un depósito o una suerte de biblioteca donde las relaciones unilaterales o de poder de parte de quien dice detentar el conocimiento se mantenían. Unos insertándolo, agregándolo, enriqueciéndolo; otros recabándolo, apropiándoselo e inevitablemente copiándolo o usurpándolo. La web 2.0. ya tiende hacia una democratización, hacia una relación menos asimétrica entre los emisores y receptores del saber, que ya de entrada dejan de percibirse como tales. Primero se interpolan, transmigran. Segundo: la singularidad se desdibuja. El conocimiento deja de pertenecer a alguno. Todos, a través de la hipertextualidad, participamos de una autoría colectiva y múltiple. Sin embargo, han pasado más de 30 años después de esa revolución, y aún esa sociedad del conocimiento está aún en las nubes de la utopía. La docencia sigue quedándose en las antesalas de la timidez. Quizás creemos que perderemos un poder ficticio, irreal, pues si poder es manejar, dominar terrenos, tecnologías y plataformas, nuestros estudiantes nos superan ampliamente en ello. La timidez, que quizás se parece mucho a una pereza, es a tener que desaprender para volver a aprender: a producir conocimiento, aprender a transmitirlo, aprender a construirlo con otros, y aprender a enseñar construyéndolo.    

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